Según la definición que da la Organización Mundial de la Salud, la sordera es «la pérdida total de la audición en uno o ambos oídos. La pérdida de la audición se refiere a la pérdida de la capacidad de oír, bien sea total o parcial».
Aunque el número de personas que padecen esta enfermedad ha aumentado en los últimos años, el 50% de las pérdidas de audición es prevenible, incluso, aquellas personas que ya están diagnosticadas, pueden mejorar su calidad de vida con medicamentos, cirugías y el uso de aparatos para sordera severa u otros dispositivos.
Existen diferentes tipos de pérdidas auditivas, las cuales se clasifican dependiendo del momento de su aparición, de su localización y del grado de las mismas. Estas son:
Por el momento de adquisición:
Por la localización de la lesión:
Por el grado de pérdida auditiva (esta clasificación pertenece al Bureau Internacional de Audifonología)
Las consecuencias que tiene la sordera no sólo se quedan en la incapacidad de oír bien, sino que abarcan también el desarrollo comunicativo y lingüístico de la personas; sin embargo, dependiendo del momento de su aparición, la localización de la lesión y el grado de la pérdida de audición, el paciente recibirá el tratamiento audioprotésico y rehabilitador que necesite.
Es muy importante recibir el procedimiento adecuado con el fin de que el paciente con discapacidad auditiva pueda desarrollar con mayor facilidad, y de manera más natural, todas sus capacidades y habilidades cognitivas, comunicativas y lingüísticas, para no detener su vida diaria.
Asimismo, se debe tener presente que cualquier trastorno en la percepción auditiva de un niño, incluso a una edad muy temprana, afectará su desarrollo lingüístico y comunicativo, sus procesos cognitivos, y su posterior integración escolar, social y laboral. por esta razón, es muy importante acudir al pediatría en caso de percibir algún problema.